"Lo más importante era
evitar respirar las partículas del combustible nuclear del reactor que eran muy finas. Los que estaban expuestos a grandes cantidades de estas partículas en las primeras horas después del incidente, por ejemplo, las inhalaron o las tuvieron sobre su piel,
murieron en cuestión de días", señaló el entrevistado quien durante su servicio en la zona recibió una quemadura de laringe.
"Sin embargo, en general cuando acumulas una dosis de radiación [relativamente] grande,
el organismo logra lidiar con ella. Para la mayoría de los liquidadores [estas medidas de protección] resultaron suficientes, están vivos hasta hoy", agregó.
El estado de salud de los miembros de la unidad
fue supervisado por un enfermero. Una que vez se sospechaba que alguien tenía una enfermedad provocada por una sobredosis de radiación les entregaban píldoras de yodo de las reservas destinados para usarla en caso de
uso de armas nucleares.
Entretanto, los dosímetros no funcionaban por lo cual en ausencia de los datos escribían en las tarjetas personales que recibían una dosis "
0,1 o 0,2 roentgen al día. Cuando se acumularon 25 roentgen nos evacuaron de la zona".