Cuando la belleza se enfrenta al terror:
las mujeres en la Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial se convirtió en la mayor tragedia de la humanidad en el siglo XX y cambió los destinos de cientos de millones de hombres y mujeres.

Estas últimas sufrieron no menos que los varones y la guerra también puso muchos obstáculos en su vida: madres, esposas, hijas y hermanas de aquellos que partieron al frente se vieron obligadas no solo a hacer sus tareas rutinarias —algo casi imposible de conseguir—, sino a enfrentarse cara a cara con el horror de la guerra, ya fuera con un fusil en sus manos o dando apoyo en el campo de batalla.
En la foto: Una mujer durante un ataque de la Luftwaffe contra Moscú.


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Las sociedades de todo el mundo se asomaron al estallido de la Segunda Guerra Mundial con entusiasmo y temor, pero dispuestas a hacer frente al nazismo.

Los voluntarios se alistaban a los Ejércitos, incluso desde países que se mantuvieron neutrales durante el conflicto.

En este sentido, las mujeres tampoco fueron una excepción. En la foto de la derecha se puede ver cómo en los primeros meses de la invasión de Hitler contra Polonia norteamericanas y francesas aprendieron a vendar en un hospital parisino.

Los militares muy rara vez rechazaron la ayuda de las mujeres voluntarias. Así, las francesas que poseían un auto se ofrecieron a ayudar a su país trasladando tropas hasta la línea de frente.

Esta práctica no era nada nuevo para el Ejército francés. Durante la Primera Guerra Mundial, el general Joseph Joffre consiguió el así llamado Milagro del Marne —una victoria aliada contra el Ejército alemán en las afueras de la capital francesa— que salvó París gracias al apoyo de los taxistas locales. 26 años más tarde, la ofensiva de las tropas de Hitler en la capital de la Tercera República tuvo un final menos feliz.
En la foto: las automovilistas movilizadas en el parque parisino de Bois de Boulogne.
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A pesar del proceso de emancipación que estaba en marcha en la época de entreguerras, tanto los Gobiernos como las sociedades mantenían opiniones muy conservadoras sobre el rol que debían tener las mujeres en las operaciones militares.

Inicialmente se les asignó un papel auxiliar, en el mejor de los casos la función de escudero fiel de los hombres, tal como muestra la portada de la revista estadounidense The Saturday Evening Post, que llamaba a las mujeres a unirse a los Women's Army Corps (Cuerpos de Ejército de Mujeres de Estados Unidos, unidades auxiliares femeninas).
Sin embargo, el elevado número de bajas y la expansión de los teatros de operaciones dejaron menos hombres en la retaguardia. Las mujeres se vieron cada vez más obligadas a proteger la retaguardia de los saboteadores y pilotos enemigos.
En la foto: miembros de los Women's Ambulance and Defence Corps of America (Cuerpos de Ambulancia y Defensa de las mujeres de Estados Unidos) practican técnicas de combate cuerpo a cuerpo en una playa de California.

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En la Unión Soviética los cursos de formación militar para los ciudadanos, llamados Vsevobuch (abreviación de Entrenamiento Militar Universal) eran obligatorios solo para los hombres, mientras que las mujeres podían inscribirse voluntariamente. Muchas de ellas aprendieron a disparar, arrojar granadas, iniciarse en las tareas de inteligencia y dar asistencia médica.
Servir en el Ejército o en las fábricas —una tarea vital para los suministros al frente— fue percibido por muchas mujeres como una oportunidad de realizarse, además de suponer una forma de conseguir ingresos en tiempos difíciles.

En la foto: clases de reparación de automóviles en los cursos de defensa civil de Nueva York.

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En la foto: Esposas de oficiales durante un ataque aéreo japonés en la base naval estadounidense de Pearl Harbor.
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Los horrores de la guerra, que se expandía como una mancha de aceite por el mundo, contradecían las fotografías espectaculares de chicas posando vestidas en uniforme militar y con zapatos de tacón —imágenes muy apreciadas tanto por la propaganda nazi como por la de sus enemigos—.

Las mujeres, al igual que los hombres, sufrieron bombardeos, ataques y disparos, durante los cuales nadie hacía distinción en función de su sexo.
La cultura y los medios de comunicación de masas no se mantuvieron al margen de la guerra.

Las modelos que hasta hacía poco lucían sombreros en los anuncios publicitarios pasaron a exhibir máscaras antigás y gafas protectoras, que podían ser necesarias tanto en la primera línea de combate como en los puestos de trabajo perjudiciales para la salud, donde antes del conflicto las mujeres estaban vetadas.
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Mientras tanto, las divas de Hollywood se aprendían el papel de valientes compañeras de guerra o de abnegadas obreras, como en el caso de la actriz Veronica Lake, que prestó su imagen a un cartel con normas de trabajo empuñando un taladro industrial.
Las actrices de aquella época cumplían también con otra tarea importante: dar giras artísticas en los campos de entrenamiento y en el frente. A esta importante tarea se dedicaron desde figuras individuales hasta conjuntos enteros, y el Teatro Bolshói de Moscú no fue una excepción.

Tras una evacuación temporal, los artistas de la institución no solo visitaron las tropas movilizadas, sino que desde 1943 volvieron a dar espectáculos en la capital, aunque en otro teatro, ya que el edificio histórico del Bolshói fue dañado durante los ataques aéreos.
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Durante la Segunda Guerra Mundial no era inusual ver a un equipo de bomberos compuesto enteramente por mujeres.

Fue entonces cuando el metro de Moscú permitió a las mujeres conducir los convoyes —como curiosidad, el primer y último presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, reintrodujo la prohibición de que las mujeres condujeran los trenes del metro por "las condiciones peligrosas y duras del trabajo", una restricción que se mantiene hasta el día de hoy—.
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El cautiverio es una de las cosas más terribles en cualquier guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial todas las partes en conflicto violaron sistemáticamente las convenciones internacionales sobre los derechos de los prisioneros, aunque los países del Eje —el Tercer Reich, Italia y Japón— destacaron por su mal trato a los cautivos.
En la foto: prisioneras de guerra soviéticas durante un interrogatorio con oficiales de la Wehrmacht.
El destino de las mujeres capturadas era a veces incluso más trágico que el de los hombres. Los nazis, especialmente en los primeros años de la guerra, las acostumbraban a fusilar primero.
En la foto: Una mujer revisa un globo aerostático en una fábrica de New Bedford, en Massachusetts.

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Mientras que el Tercer Reich y sus aliados hacían que los soldados prisioneros y los internos de los campos de concentración trabajaran para su industria militar, los países de la coalición antifascista empleaban a sus mujeres en las tareas de producción de armamento.

Al esfuerzo de guerra también contribuían niños, personas mayores y hombres discapacitados que habían sido desmovilizados debido a sus heridas de guerra.
Las raciones aumentadas para los trabajadores de las fábricas no solo eran un estímulo, sino también una de las escasas posibilidades de sobrevivir en tiempos de guerra.
En la foto: trabajadora de una fábrica de municiones de guerra en la ciudad de Leningrado, que pasó casi 900 días bajo el implacable bloqueo de las fuerzas nazis —una de las páginas más trágicas de la guerra para la URSS—.

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Trabajar como enfermera fue la segunda ocupación más común para las mujeres durante la Segunda Guerra Mundial.
En la foto: formación de enfermeras estadounidenses en una base militar de Gales.
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A diferencia de las tropas aliadas, en el Ejército Rojo las mujeres enfermeras se dedicaban no solo a la asistencia médica, sino también a la evacuación inmediata de los heridos desde el campo de batalla —tal y como hace esta sanitaria soviética fotografiada durante la Batalla de Berlín—.

Las enfermeras tenían que enfrentarse regularmente con el enemigo y salvar a los soldados, con un peso bastante superior al suyo, bajo el fuego enemigo. Los Ejércitos de los países occidentales optaron mayoritariamente por hombres para cumplir con esta tarea.
La meticulosidad y la precisión con la que las mujeres cumplían son sus tareas eran muy apreciadas en la aviación. Las mujeres no solo arreglaban los paracaídas y cargaban las armas en los aviones, sino que también hacían trabajos de reparación en los aparatos.
En la foto: chicas de Women's Auxiliary Air Force (WAAF), unidades auxiliares femeninas de la Real Fuerza Aérea Británica.
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Algunas de las mujeres pasaron de los retratos estilo pin-up, que a menudo decoraban las aeronaves, a los mandos de los aparatos.

La URSS era el país que contaba con la mayor cantidad de pilotas militares durante la Segunda Guerra Mundial.

Contra la Alemania nazi lucharon escuadras soviéticas conformadas exclusivamente por mujeres. Una de las más famosas fue el 588 Regimiento de Bombardeo Nocturno, conocido por los alemanes como las Brujas de la Noche, debido a que su principal tarea consistía en realizar ataques nocturnos contra los aeródromos enemigos.
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Pese a su pericia, las Brujas también sufrieron importantes pérdidas pilotando los obsoletos Polikarpov Po-2, también conocidos como U-2, diseñados en 1927.

En la imagen, la navegadora aérea del regimiento Vera Belik (primera a la derecha). Murió el 25 de agosto de 1944 tras el derribo de su aparato, tenía 23 años. Dos de sus compañeras: Irina Sebrova (sentada, a la izquierda) y Nadezhda Popova (de pie, en el centro) sobrevivieron a la guerra.
Hambre, bombardeos y la muerte de los seres queridos. Así era la vida de las mujeres que permanecieron en la retaguardia o quedaron atrapadas en las zonas ocupadas.
En la foto: una enfermera ayuda a una mujer herida a salir de los escombros de un edificio destruido tras un ataque aéreo de la Luftwaffe en Leningrado.
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Bandos diferentes, destinos distintos: una trabajadora de una fábrica de Londres ensambla piezas para locomotoras militares (izquierda), una mujer con quemaduras en el hospital después del bombardeo nuclear sobre Hiroshima (derecha).
La guerra total contra espías y colaboradores tuvo tristes consecuencias para aquellos que simplemente quedaron bajo sospecha de colaborar con el enemigo.

A los emigrantes de los países del Eje se les solía mandar a campos de reclusión hasta que terminara la guerra, donde independientemente de su estatus social se les obligaba a realizar los trabajos más duros y vivir en condiciones muy parecidas a las de una prisión. El internamiento masivo de japoneses en Estados Unidos es un buen ejemplo de esta práctica.

En la foto: mujeres de origen japonés en uno de los campos de trabajo de Estados Unidos.
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En los territorios liberados de la Europa Occidental 'reinaban' los así llamados luchadores de la resistencia.

Antiguos miembros de organizaciones clandestinas antinazis atacaban, golpeaban, desnudaban y humillaban por las calles a las mujeres acusadas sin previo juicio de colaboracionistas de los nazis.

También les rapaban la cabeza contra su voluntad.
No menos agresivos y violentos resultaron ser algunos soldados de los países ganadores de la guerra.
En la foto: un soldado francés liberado del cautiverio y mujeres alemanas obligadas a limpiarle los zapatos.

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El mundo descubrió con horror escenas aún más inhumanas en los campos de concentración del Tercer Reich. Los prisioneros estaban tan extenuados y debilitados que ni siquiera era posible distinguir a los hombres de las mujeres. Pasaron los años de la guerra en condiciones infrahumanas, privados de todo lo básico para vivir.
En la foto: cautivas del campo de concentración de Bergen-Belsen toman una ducha por primera vez en años.
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El final de la guerra marcó la ansiada vuelta de millones de personas tras años de cautiverio nazi. Además de los soldados, regresaron a sus países de origen numerosos civiles apresados por los alemanes para trabajar como esclavos.
En la foto: Una enfermera soviética entrega flores a soldados estadounidenses cerca del río Elba.
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La participación de cientos de miles de mujeres en las batallas y aún más en las tareas de retaguardia durante la Segunda Guerra Mundial se considera todo un fenómeno sociocultural del siglo XX.

De un día a otro, las amas de casa, las estudiantes y las profesionales de ayer pasaron a controlar fábricas, armas y aviones, así como a atrapar saboteadores, salvar la vida de los heridos y ayudar a los hombres cuando estos ya no podían valerse por sí mismo.

Cuando dejaron de oírse los disparos y todo el mundo estaba celebrando la victoria, aquellas mismas mujeres retomaron sus vidas al día siguiente de que acabara la pesadilla.
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Fotos: Sputnik, AP, AFP
Texto: Sputnik
Diseño: Sasha Sazánova
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