Acceder a la región rusa de Chukotka puede ser una tarea ardua: no hay vuelos internacionales a esta región y, aunque uno ya se encuentre en Rusia, puede necesitar más de ocho horas dentro de un avión para alcanzar finalmente este punto en el extremo oriente del país. El esfuerzo, sin embargo, lleva aparejada una gran recompensa: la belleza natural y la cultura única de Chukotka no pueden ser contempladas en ningún otro rincón del planeta.
Chukotka es la primera región de Rusia en despertarse cada mañana. A causa de los husos horarios, va nueve horas por delante de Moscú. Esta es la única región del país que está a caballo entre Oriente y Occidente.
Si algún día has soñado en convertirte en un explorador polar, puedes hacerlo con facilidad en Chukotka. Acá, en el kilómetro 24 de la carretera Egvekinot-Iultin, hay un monumento metálico en forma de arco que representa el círculo polar. Al cruzarlo, uno pasa a encontrarse oficialmente en el Ártico.
El arco del círculo polar en la carretera Egvekinot-Iultin
Aunque se considera que la capital, Anadir, es la ciudad más oriental de Rusia, muchos "puntos extremos" se encuentran en la aldea de Uelen: ahí se hallan el hospital, la estación meteorológica, la escuela y el jardín de infancia más orientales del planeta.
Los más aventureros pueden conocer más de cerca otro punto récord de la región: el cabo Navarin, el lugar de mayor incidencia de tormentas de Rusia. Debido al perenne mal tiempo, no siempre es posible llegar a él.
El tiempo en Chukotka suele ser bastante cambiante. Tan pronto sale el sol por unos minutos como, instantes después, se pone a llover sin descanso. El terreno montañoso de la región crea un nuevo microclima a cada 100 kilómetros, de manera que se hace necesario siempre verificar dos veces los horarios de los medios de transportes por aire, tierra y agua, ya que pueden sufrir cambios a causa del mal tiempo. Aquí puede nevar en julio, es decir, en pleno verano boreal.
La inestabilidad climatológica ha llevado a los lugareños a tener una relación estoica con el tiempo. Y eso no quiere decir que hagan planes flexibles, sino que han adoptado la costumbre de no posponer las cosas para más tarde. Después de todo, ¿quién sabe cuándo volverá a mejorar el tiempo?
Esta es realmente una región de extremos. Aquí se ubica también la localidad más norteña de Rusia, Pevek, donde es posible literalmente viajar en el tiempo. El llamado 'Greenwich ruso', es decir, el meridiano 180 usado como base para la línea internacional de cambio de fecha, cruza Pevek. Con un simple paso puedes volver al ayer o regresar al día de mañana.
Además de ser uno de los puertos federales de la Ruta del Mar del Norte, Pevek es el escenario del romance 'Territorio', de Oleg Kuvaev. La obra, muy conocida en Rusia, ha sido trasladada a la gran pantalla en más de una ocasión. La última versión de la película homónima vio la luz en 2015.
También es posible volver al pasado, aunque de manera menos literal, en la aldea de Vankarem, donde hasta el día de hoy sus habitantes se acuerdan del papel crucial de sus antepasados en el rescate de las víctimas del desastre del barco de vapor Cheliuskin, que tuvo lugar en 1934 no muy lejos de allí.
La vuelta al pasado en la aldea de Lorino se da a través de una antigua tradición conservada en Chukotka hasta nuestros días: la caza de ballenas y morsas. A principios del siglo pasado, los pueblos del norte no podían sobrevivir sin esos dos animales, gracias a los cuales obtenían casi todo lo que necesitaban. Además de alimentarse de la carne de ballenas y morsas, los lugareños utilizaban las criaturas cazadas en la producción de ropa impermeable, botes, cuerdas, cinturones, etc. Su grasa se usaba para calefacción e iluminación, mientras sus colmillos eran la materia prima de peines, agujas, puntas para arpones y joyas.
Pese a que algunos activistas la consideran inhumana, la caza de ballenas y morsas se sigue llevando a cabo a día de hoy y está autorizada por el Gobierno del país con el objetivo de mantener vivas las costumbres y las tradiciones de los pueblos de la región. Sin embargo, solamente en Chukotka tienen la autorización para hacerlo y necesitan respetar las cuotas anuales impuestas por las autoridades: cerca de 1.000 morsas y unas 100 ballenas. Además de ello, la actividad no puede tener fines comerciales y se lleva a cabo solamente en barcos balleneros tradicionales y otros tipos específicos de embarcaciones pequeñas.
Cada salida a las aguas en busca de morsas y ballenas atesora un riesgo considerable, ya que los animales marinos rara vez se rinden sin luchar. En esta práctica, el más mínimo error puede resultar fatal.
Al contrario que la mayor parte de Rusia, Chukotka todavía no cuenta con una red de ferrocarriles. Las carreteras, por su parte, existen solo cerca de las ciudades y aldeas. Durante el invierno, las carreteras de hielo son una de las infraestructuras de comunicación más usadas; en verano, los lugareños se desplazan por el agua en aerodeslizadores.
La peor época es cuando el hielo se está derritiendo y ya no es posible viajar por las carreteras heladas ni tampoco utilizar barcos para el transporte. El aeropuerto regional está separado de Anadir por un estuario y hay solamente una carretera que conecta ambos puntos. Las alternativas aéreas a esta ruta son escasas. Sin embargo, hay una opción de transporte que a menudo disfrutan los turistas: los todoterrenos voluminosos. En cualquier caso, los largos caminos de Chukotka prometen una gran variedad de emociones inolvidables a quienes decidan transitarlos.