A pesar de que la metalurgia implicó para los habitantes de la localidad trabajo constante y bien pagado, la producción afectó en gran medida la salud pública. En 2001, la OMS señaló a Veles como una de las ciudades más contaminadas del mundo, debido a la contaminación del suelo y del aire causada por la fundición de metales como el zinc y el plomo de las fábricas locales.
La última fábrica de metal cerró sus puertas en 2003, después de 30 años de servicio, llevándose consigo 1.200 puestos de trabajo. A pesar del alto nivel de desempleo, los lugareños apoyaron la decisión. El plan de Metrudhem de Macedonia, una sucursal de la empresa Mineco de metales suizos, de reiniciar la fábrica en 2011 fue descartado después de una
protesta pública.