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Baikonur
La meca de los amantes del espacio a ojos de un turista

© Sputnik / Alexander Terekhin
Alexander Terekhin
"La cuna de la cosmonáutica rusa es un lugar verdaderamente especial que no dejará indiferente a ningún entusiasta de la industria espacial. Así me siento yo al compartir los recuerdos del viaje a un lugar que abrió de par en par las puertas del espacio a la humanidad."
Cómo llegar a Baikonur
El famoso cosmódromo se encuentra en el corazón de Kazajistán, lejos de las grandes urbes. A pesar de ello hay varias maneras de llegar allí.
CC BY-SA 4.0 / Georgiy Dolgopóskiy
El viaje a uno de los principales cosmódromos de Rusia empieza por obtener el permiso de visita. Para recibirlo, hace falta enviar los documentos necesarios, o gestionarlo a través de una agencia turística especializada, al menos un mes antes del viaje planeado.

Una vez obtenido el permiso, existen tres maneras principales de llegar hasta el cosmódromo: en avión, en tren o en auto particular.
En Baikonur hay un aeropuerto a donde llegan vuelos regulares desde Moscú. De hecho, hay dos aerolíneas que te pueden llevar al corazón de Kazajistán, que es donde se encuentra el cosmódromo.

Como opción alternativa, es posible volar hasta la ciudad kazaja de Kizilorda y realizar en auto el trayecto hasta el cosmódromo. En muchos casos es una opción más económica.

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El viaje en tren hasta Baikonur es poco práctico, puesto que se tarda mucho en llegar y te resta libertad de movimiento.

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Puesto que yo partí desde el país vecino de Kirguistán, opté por ir en mi propio auto. Así, aparte del propio Baikonur podría ver en primera persona las estepas de Kazajistán y la vida fuera de las grandes urbes de este país.

Además, me daría libertad total en el territorio del cosmódromo, donde no estaría limitado por los lugares de visita previstos por los paquetes turísticos.

Tras 21 horas al volante, alcancé el punto exacto donde se hicieron realidad algunas de las hazañas más importantes de la historia de la cosmonáutica.
Baikonur, ciudad y cosmódromo
Cuando suena el nombre de Baikonur, en la cabeza de la mayoría de la gente se proyecta la imagen de la pista de lanzamiento de un cohete espacial.
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En realidad, este nombre corresponde también a una localidad que constituye junto al cosmódromo el complejo de Baikonur. La ciudad, que hasta 1995 se llamaba Léninsk, tiene más de 70.000 habitantes.

Está al lado del cosmódromo y, puesto que se trata de un municipio con acceso controlado, solo se puede entrar allí con un pase especial cuando se accede en auto.

Antes allí vivían únicamente personas relacionadas con el funcionamiento del cosmódromo: científicos, técnicos, personal de servicio, militares, etc.

Para entrar a la ciudad hacen falta unos documentos especiales que se chequean en el punto de control.
CC BY-SA 3.0 / Yuri Danilevskiy
Pero tras la caída de la URSS aumentó drásticamente el número de habitantes locales que ocuparon los pisos vacíos. Parte de ellos encontró un trabajo en la ciudad, en el comercio y en el propio cosmódromo, mientras que algunos están desempleados.
Una ciudad como las demás y a la vez diferente de todas
Baikonur se parece mucho a las demás ciudades soviéticas, pero tiene algunos rasgos que la diferencian de todas ellas.
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Alexander Terekhin
"A primera vista, para una persona que haya estado en diferentes urbes soviéticas, se podría decir que Baikonur es muy similar. La planificación urbana, el tipo de edificios, algunos establecimientos... todo ello es prácticamente idéntico a los demás municipios de la época.

Pero al prestar más atención, se empieza a notar que Baikonur no es como las demás urbes construidas en la URSS, tanto desde el punto de vista urbanístico como histórico."

CC BY 2.0 / Christopher Michel
Un ejemplo claro son las tuberías y el cableado, que no están bajo tierra, como es habitual. Estéticamente esta solución no agrada a la vista, pero, según explican los lugareños, este modo de instalar las tuberías tiene una explicación.

Desde el principio, la ciudad recibió la consideración de polígono militar y se construyó en unas condiciones inhóspitas: lejos de las demás grandes urbes y en medio de lo que es, en esencia, un desierto.
Este modo de instalar las tuberías resultaba práctico, puesto que, en caso de avería, era posible localizarla y arreglarla de la manera más rápida sin gastar recursos extra.

La construcción de Baikonur comenzó en 1955, pero, a pesar de su relativa juventud y pequeño tamaño, la urbe está repleta de monumentos y recuerdos históricos.
Qué ver en la ciudad
Aunque los 'platos principales' de Baikonur se encuentren en el cosmódromo y sus museos, la ciudad también merece alguna atención.
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Baikonur es interesante desde un punto de vista más general debido a algunos de sus monumentos, además de la iglesia ortodoxa y la mezquita, ambas de construcción reciente.

Curiosamente, el municipio no tiene museos espaciales, pero al ir en auto de manera autónoma tuve la oportunidad de visitar un 'museo' que muchos pierden de vista: la Escuela Espacial Internacional de Baikonur.

La escuela, que se encuentra prácticamente en la cuna de la exploración espacial, está a años luz de las demás. Esto se percibe de inmediato al caminar por sus instalaciones, que están abarrotadas de auténticas piezas de museo.

Este es el primer tren que se usó en el cosmódromo para trasladar los cohetes hasta las rampas de lanzamiento.
© Sputnik / Alexander Terekhin
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En un entorno así se siente el ambiente de los logros tecnológicos, probablemente incluso más que en el propio cosmódromo. Luego están las aulas: a las ciencias se les presta una atención especial aquí, y ello se nota.

Las aulas de esta escuela no se parecen a las aulas de ninguna escuela del mundo, pues, ¡cuántas veces hemos visto motores de cohetes espaciales en medio de un aula!

Tampoco son frecuentes en escuelas normales aulas dedicadas exclusivamente al modelismo o salas de conferencia. En estas salas los alumnos reciben clases a distancia impartidas por profesores de distintas partes del mundo.
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Según el director del centro educativo, "mientras los padres construyen cohetes espaciales, sus hijos reproducen cohetes algo más pequeños". Y lo dice en sentido literal, puesto que el equipo de esta escuela participa regularmente en competiciones de cohetes recreativos.
Los 'platos principales' de Baikonur
El cosmódromo de Baikonur es mucho más que una mera plataforma de lanzamiento. Es tambi´én el baluarte de la historia de la exploración espacial.
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Dependiendo de la compañía turística que organice el viaje y del tiempo que piensen ustedes pasar en Baikonur, la lista de lugares que se pueden visitar puede variar.

No importa la ruta que sigas, mientras pasas de una instalación a otra del cosmódromo, te das cuenta de lo inmensa que es el área que abarca. Así, hubo veces que tardé media hora e incluso más en ir de una plataforma de lanzamiento al museo. ¡Y eso yendo a 120 km/h!

Con un área de 6.717 km2, este es el cosmódromo más grande del mundo.
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Una cosa que me perdí fue la salida y el traslado del cohete espacial Soyuz hasta la pista de lanzamiento —gajes del oficio cuando uno viaja en solitario—.

Lo que sí contemplé al detalle fue el complejo de museos del cosmódromo, que consta del propio museo, el transbordador espacial Buran y las casas donde se hospedaban las leyendas de la cosmonáutica Yuri Gagarin y Serguéi Koroliov.
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Alexander Terekhin
"El museo es una auténtica 'mina de oro' de la conquista espacial soviética, donde se pueden tocar las distintas partes de los cohetes y naves espaciales, así como el equipamiento usado para salir al espacio."
Justo al lado del museo se encuentra una de las unidades del transbordador espacial Buran, dentro del cual también hay un minimuseo. Los compartimentos inferiores se reconvirtieron en museo, y la cubierta superior, con la cabina de los pilotos, está prácticamente intacta.

Además del legendario transbordador, también se puede apreciar la nave espacial Soyuz, así como la maquinaria de tierra que también desempeñó un papel importante en la actividad del cosmódromo.

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Dentro del compartimento del Buran se ha montado un minimuseo dedicado a esta máquina. Al mismo tiempo, en el compartimento habitado inferior hay una pequeña sala de cine donde se muestra un documental sobre el programa del transbordador espacial Buran.

Por último, todos tienen la oportunidad de ponerse en el asiento de piloto del Buran y ver en primera persona qué se siente al estar al mando de una nave espacial.
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El primer vuelo realizado por Yuri Gagarin fue un hito histórico que quedó plasmado en letras de oro en la historia de la exploración espacial. La casa donde estuvo en las últimas horas antes de convertirse en el primer ser humano en el espacio se conserva hasta la actualidad.
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Alexander Terekhin
"Aquí, entre unos modestos muebles, una potente energía que es imposible de describir embriaga todo el ambiente. Es una mezcla de preocupación, importancia histórica y, al mismo tiempo, una tranquilidad absoluta.

Esta energía se ve incluso más potenciada por la huella que dejan en el museo de Baikonur todos los cosmonautas y astronautas antes de salir al espacio. Por ello hay tantos objetos que llevan la firma de los valientes."

Pero Baikonur no es solo historia —es decir, pasado—, sino también futuro. Así, se pueden visitar también las plantas donde se ensamblan los cohetes Soyuz y distintos componentes de otros aparatos espaciales.
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El lanzamiento
Los lanzamientos son mucho más que el propio despegue de un cohete. Conllevan unos preparativos que duran meses.
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Uno de los preparativos clave es la cuarentena a la que se somete a los cosmonautas antes de ser enviados al espacio. Durante unas semanas su contacto con el mundo se limita al mínimo absoluto y al final acaban hablando con los demás a través de un cristal.
Hay una sala de prensa donde los cosmonautas están separados de los periodistas por un muro de cristal. Luego saldrán fuera durante un periodo de tiempo muy breve antes de meterse en la nave espacial.

Otro proceso de preparación que los turistas pueden observar en Baikonur es la salida del cohete de la planta de ensamblaje, su traslado a la pista de lanzamiento y la 'verticalización': así es como los especialistas llaman a la colocación del cohete en posición vertical.

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También se lleva a cabo la tradicional santificación del vuelo, donde un cura reza por el bienestar de la tripulación: así se encuentran cara a cara las tecnologías más modernas con las tradiciones.
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Poco antes del propio lanzamiento, todos se dirigen a los miradores espaciales para contemplarlo. Dichos miradores suelen estar abarrotados de periodistas y funcionarios de Roscosmos. También en la segunda planta del mirador están presentes los integrantes de la tripulación de reserva, lista para reemplazar a la principal en cualquier momento.
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Antes del lanzamiento, al cohete lo envuelve una carcasa metálica y hasta el último instante no puedes creer que esté a punto de alzar el vuelo al espacio.
Alexander Terekhin
"Pocos minutos antes se retiran la mayor parte de los soportes metálicos y el cohete se hace visible. Comienza la cuenta atrás, se encienden los motores y el cohete despega generando unas impresiones sensitivas muy sorprendentes."
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Si el cohete despega durante el día, puede parecer que sus llamas son incluso más brillantes que el Sol. El fuerte rugido no se parece ni a un trueno ni a un avión turborreactor. Este sonido, característico y único, solo se puede oír cuando se lanza un cohete espacial.

Los especialistas cuentan que, si no ocurre nada fuera de lo normal en los primeros tres o cuatro minutos, todo marcha como debe y no hay razones para preocuparse. Sin embargo, todos se quedan mirando cómo se aleja el cohete y esperando a que se anuncie por los altavoces que el lanzamiento ha sido un éxito.

Cuando se comunica que todo ha ido bien, aplauden con un sentimiento de alivio y de responsabilidad.
Se van todos
Mucha gente viene para participar de un modo u otro en el lanzamiento del cohete, ya sean espectadores o especialistas. Una vez lanzado, todos se van.
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En los lanzamientos tripulados hay mucha gente presente, y eso se nota en el gran trasiego de autos que circulan de un lado a otro por el cosmódromo y la ciudad, así como por el número de aviones que parten del aeropuerto.
El rugido de los motores al despegar se oye cada par de minutos, creando la sensación de que te encuentras al lado de un aeropuerto internacional.

Mientras el ruido se apodera de todo, me quedo cenando en la terraza de un café. Me quedan otras 20 horas al volante de camino a casa, así que necesito crear mi propio oasis de tranquilidad antes de enfrentarme al reto.

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La grandeza de los logros tecnológicos en el devenir de la humanidad, el peso de la historia espacial, que cimenta un futuro brillante en la exploración de la infinitud del cosmos… ideas de este tipo se suelen agolpar en el cerebro de quien tiene la oportunidad de presenciar este espectáculo único y absolutamente recomendable.
Alexander Terekhin
"Me marcho de Baikonur, pero me lo llevo conmigo para siempre."
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Fotos: Alexander Terekhin, Sputnik, Public Domain, Georgiy Dolgoposkiy, Yuri Danilevskiy, Christopher Michel
Texto: Alexander Terekhin
Diseño: Alexander Terekhin
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